Un día, paseando por la playa,
vi de lejos a un hombre que constantemente se agachaba y levantaba
y parecía tirar algo al mar.
Al acercarme a él descubrí que la marea había dejado en la arena
cientos de estrellas de mar y aquel hombre estaba recogiendo, una por una,
las que podía para devolverlas al mar antes de que murieran.
Cuando estuve a su altura le dije:
“¿Pero no ve usted que su esfuerzo es inútil
Es imposible que pueda salvar a todas las estrellas. Hay demasiadas”
El hombre me miró sonriendo mientras sostenía una estrella de mar en su mano y dijo:
“Esta ya está salvada, y para ella eso es lo importante”.
A veces vemos tanta necesidad en el mundo
que pensamos que nuestra pequeña intervención es insignificante y no soluciona nada.
Entonces ni siquiera intervenimos.
Pero si pensamos que gracias a una acción generosa por nuestra parte,
aunque sea pequeña,
podemos aliviar la situación de una persona,
nos daremos cuenta de su verdadera importancia.
A veces, grandes problemas requieren muchas pequeñas soluciones.
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